No habría que huir de esos raros momentos de privilegio en los que carecemos de identidad, somos extranjeros de todo hasta de nosotros mismos. No se trata de “pintar” algo fijo y de una vez para siempre, sino de dar cuenta, de dar testimonio de las transiciones, de los entrecruzamientos, las transformaciones. En nuestra civilización suele persistir un ideal de armonía: los cuerpos en reposo. En estas obras se trata de fugas y descentramiento, de las costuras en los pliegues de la superficie, que son a la vez vectores de los desplazamientos humanos. Zapatos trastornados, testigos del delirio, en el sentido etimológico del término, que significa “salirse del surco”. Y es que nos vemos frente a nuestra condición fragmentaria, intermitente. Y es que el hombre no es una entidad definible, sino un movimiento incesante más allá de sí mismo.

Sebastián Perez Opacak


el montaje

el montaje


No hay publicaciones.
No hay publicaciones.